viernes, 1 de septiembre de 2017

Mangina

Días atrás fueron asesinadas dos mujeres. Una de 27 años, Vania Zúñiga, y una de 15 años, Andrea Mazzo.

Vania Zúñiga yacía sin vida al lado de su hija de un año y medio, que casi moría de hipotermia al momento en que alguien las halló. Semanas antes de su asesinato, Vania advirtió en sus redes sociales que temía por su vida y apuntó a que si algo le pasaba, sería responsabilidad de su ex pareja. También indicó que había realizado las denuncias correspondientes y que se sentía desprotegida. Según lo que leo en las noticias, lo que causó su deceso fue un fuerte golpe en el rostro. Además de este golpe, su cuerpo presentaba múltiples heridas corto punzantes.

A Andrea Mazzo la mató su pololo virtual. Un tipo que conoció por Facebook, con el que entabló una relación amorosa, al que vio algunas veces antes del trágico encuentro final. Su "pololo" la llevó al lugar donde él vivía con la excusa de que la presentaría a su familia. Una vez allí, la drogó y la violó. Se presume que el exceso de las drogas administradas a Andrea fue lo que causó su muerte.

Dos mujeres más. O dos mujeres menos, mejor dicho.

Pero a quién rechuchas le importa, digo yo. No le importa a las autoridades, les puedo asegurar. A ellos solamente les alcanza la preocupación para hablar frente a los periodistas de los detalles del caso poniendo cara de consternación o de lamentación. Recalcando con firmeza que Vania hizo las denuncias, pero no se presentó cuando la citaron para no se qué parte del trámite.

No le importa a la prensa. Los periodistas se desviven buscando las declaraciones de los papás de Andrea, para saber cómo se sienten ahora que la hija de 15 años (15 años, hueón!) ya no está. Los periodistas quieren que nos indignemos, que nos dé pena, que mirando la pantalla le deseemos la muerte al hijo de mala madre que cometió semejante crimen, y que ojalá en la cárcel lo violen a él para que sepa lo que es. Quieren que nosotros, espectadores, sintamos algo al respecto. Pero ellos, que nos cuentan la historia, no sienten demasiado. Quizás se justificarán apelando a la ética, a la imparcialidad. En lo personal yo creo que ya han visto mucho de lo mismo, y que a estas alturas ya no les entran balas.

A la sociedad en que vivimos, tampoco le importa. Como decía, nos indignamos de la manera correcta mirando la tele, pero a la hora de tomar verdadera conciencia de lo que tenemos que ver en estos crímenes, somos unos imbéciles monumentales. Nos hacemos los imbéciles, nos queda cómodo. Para qué, pregunto yo, vamos a conversar como familia de estas situaciones, si total nadie de nosotros fue la que se murió. Qué cosa podemos nosotros hacer, si es la justicia la indicada para darles algo de conformidad a los familiares y amigos de las muertas.

No, no muertas. ASESINADAS.

Aquí en este párrafo me empiezo a poner furiosa. Porque, qué novedad le cuento! a los hombres tampoco les importa. A los hombres no les toca. Es que cuando se nació hombre, uno vive varios escalones por encima de las otras mortales (las mujeres), por tanto lo que a ellas les pase está bastante alejado de las realidades propias. Yo he escuchado a hombres hablando en los términos más denigrantes acerca de una mujer, muertos de la risa, ellos. Nos ven como inferiores, en muchos aspectos. Quizá en todos.

Hoy leía a un hombre en Facebook, hablando sobre el caso de Andrea Mazzo. Llamaba a sus pares a hacer análisis respecto de por qué estas cosas ocurren, que en términos bien simples es: por culpa de los hombres. Uno de los que comentó el escrito, dijo: "Mangina detected".

Mangina. Yo lo comprendí al leerlo, pero por si le resulta desconocido esto vendría a ser MAN + VAGINA. ¿Hombre con vagina? ¿Cómo dice que dijo?

O sea que estos chuchasdesumadre, no tengo otro adjetivo para ellos, no conformes con llamarnos feminazis, maracas, putas, y todo el abanico de insultos que a una mujer le pueden ser lanzados, no contentos con ello, ahora además atacan como perros a los otros hombres que valientemente se ponen de pie y dicen: Cabros, los violadores y asesinos son hombres. Nosotros somos hombres. O sea, cualquiera podría ser un violador y un asesino si naturalizamos este tipo de trato hacia las mujeres. Eso fue todo lo que dijo el tipo.

Hubieran visto como casi se lo comieron a puteadas. Como que estuviera diciendo una barbaridad mayúscula y una ofensa imperdonable para el género masculino. ¡Cómo se le ocurre a este hueón decir que los violadores y asesinos somos nosotros! ¡Dónde se ha visto! ¡Traidor!

Entre las perlas de sabiduría que me tocó leer: "No era una blanca paloma, si hacía la cimarra pa juntarse con el gallo". "Las minas deberían quedarse encerradas en la casa si saben el peligro que corren afuera". "Se lo buscó, pa qué se anda juntando con hueones que no conoce".

Yo no me termino de convencer de que las cosas estén tan mal. Me da la sensación de que a la gran mayoría de las personas les ha pasado la evolución por el ladito y sin rozarlos. Hombres y mujeres, y en esto los incluyo a ambos, debido a que entre mi género he visto unas incongruencias que me han dejado con los ojos como platos.

Pero la raíz de la violencia nace en los hombres. Vive con ellos y se desarrolla con ellos, les acompaña y les educa. Si usted es hombre y lee esto, yo le ruego desde mi alma que por favor empiece a pensar con su cabeza. Olvídese de todo lo que le dijeron, de lo que leyó, de lo que le escuchó a sus amigos y familiares. Hágase una opinión nueva y propia. Analice cómo el sistema está creado por y para los hombres. Empatice. Póngase en los zapatos de alguna mujer cercana, dése cuenta de cómo nos ha tocado pelar el ajo.

No nos ataque por defendernos. No nos diga feminazis. No nos agreda. No nos pegue. No nos viole. No nos mate.





miércoles, 2 de agosto de 2017

Nada nuevo bajo el sol

No tengo claridad de cuándo fue la primera vez que escribí en un medio público respecto de lo que significa ser mujer y el alcance que esto implica en la vida cotidiana. Algunos años tal vez.
No recuerdo cuántos análisis haya hecho sobre el escenario en el que las mujeres nos desenvolvemos y el rol que estamos desarrollando en el mundo.
Perdí la cuenta de las veces que lo he discutido con mis cercanos, de forma confrontacional o encontrando puntos en común.

De verdad que no sé. Siento a veces que ha sido demasiado tiempo dedicado a esto, del cual indudablemente no me arrepiento y nunca me arrepentiré.

Pero sí les confesaré algo: Estoy agotada de darme cuenta de que todo continúa siendo exactamente igual que la primera vez que comprendí lo que significa nacer mujer.

Estoy agotada de los hombres que no nos reconocen como iguales. Estoy agotada de las mujeres que no quieren mirar más allá de lo que la sociedad les ha enseñado. Estoy agotada del entorno, de los medios de comunicación, de la publicidad, del maldito establishment.

Me tienen podrida los realities, las teleseries turcas, los programas de farándula y ese empeño invencible de hacernos mierda la capacidad de observar y sacar conclusiones propias. No quiero sonar pesimista, pero sinceramente, no nos veo evolucionar en lo más mínimo. Y por la puta que me duele.

Me duele que algunas de mi género se coman viva a otra en un festín de juicios respecto a lo que hace en la cama y fuera de ella. Me revienta la naturalización de la violencia contra las que debiesen ser nuestras hermanas, aliadas, compañeras. No lo puedo comprender, sencillamente me supera.

Nada, nada nuevo bajo el sol. Siento que algunas gritamos en un desierto de sordas, donde pocas prestan atención al mensaje. Pero más que escuchar este mensaje, ¡cómo quisiera que se detuvieran a reflexionar sobre su historia, sobre sus propias construcciones! Veo a cabras de 20 años que se creen libres como nadie, pero esclavas de los prejuicios y los miedos. Esclavas de las exigencias que la sociedad les impuso y preocupadas por cumplir con ellas.

Quiero cambios. Quiero ver que nos empezamos a mover, quiero sentir que estamos aunando fuerzas. Sinergia, chiquillas. Sororidad. Compañerismo. Lealtad.

POR FAVOR.