viernes, 1 de septiembre de 2017

Mangina

Días atrás fueron asesinadas dos mujeres. Una de 27 años, Vania Zúñiga, y una de 15 años, Andrea Mazzo.

Vania Zúñiga yacía sin vida al lado de su hija de un año y medio, que casi moría de hipotermia al momento en que alguien las halló. Semanas antes de su asesinato, Vania advirtió en sus redes sociales que temía por su vida y apuntó a que si algo le pasaba, sería responsabilidad de su ex pareja. También indicó que había realizado las denuncias correspondientes y que se sentía desprotegida. Según lo que leo en las noticias, lo que causó su deceso fue un fuerte golpe en el rostro. Además de este golpe, su cuerpo presentaba múltiples heridas corto punzantes.

A Andrea Mazzo la mató su pololo virtual. Un tipo que conoció por Facebook, con el que entabló una relación amorosa, al que vio algunas veces antes del trágico encuentro final. Su "pololo" la llevó al lugar donde él vivía con la excusa de que la presentaría a su familia. Una vez allí, la drogó y la violó. Se presume que el exceso de las drogas administradas a Andrea fue lo que causó su muerte.

Dos mujeres más. O dos mujeres menos, mejor dicho.

Pero a quién rechuchas le importa, digo yo. No le importa a las autoridades, les puedo asegurar. A ellos solamente les alcanza la preocupación para hablar frente a los periodistas de los detalles del caso poniendo cara de consternación o de lamentación. Recalcando con firmeza que Vania hizo las denuncias, pero no se presentó cuando la citaron para no se qué parte del trámite.

No le importa a la prensa. Los periodistas se desviven buscando las declaraciones de los papás de Andrea, para saber cómo se sienten ahora que la hija de 15 años (15 años, hueón!) ya no está. Los periodistas quieren que nos indignemos, que nos dé pena, que mirando la pantalla le deseemos la muerte al hijo de mala madre que cometió semejante crimen, y que ojalá en la cárcel lo violen a él para que sepa lo que es. Quieren que nosotros, espectadores, sintamos algo al respecto. Pero ellos, que nos cuentan la historia, no sienten demasiado. Quizás se justificarán apelando a la ética, a la imparcialidad. En lo personal yo creo que ya han visto mucho de lo mismo, y que a estas alturas ya no les entran balas.

A la sociedad en que vivimos, tampoco le importa. Como decía, nos indignamos de la manera correcta mirando la tele, pero a la hora de tomar verdadera conciencia de lo que tenemos que ver en estos crímenes, somos unos imbéciles monumentales. Nos hacemos los imbéciles, nos queda cómodo. Para qué, pregunto yo, vamos a conversar como familia de estas situaciones, si total nadie de nosotros fue la que se murió. Qué cosa podemos nosotros hacer, si es la justicia la indicada para darles algo de conformidad a los familiares y amigos de las muertas.

No, no muertas. ASESINADAS.

Aquí en este párrafo me empiezo a poner furiosa. Porque, qué novedad le cuento! a los hombres tampoco les importa. A los hombres no les toca. Es que cuando se nació hombre, uno vive varios escalones por encima de las otras mortales (las mujeres), por tanto lo que a ellas les pase está bastante alejado de las realidades propias. Yo he escuchado a hombres hablando en los términos más denigrantes acerca de una mujer, muertos de la risa, ellos. Nos ven como inferiores, en muchos aspectos. Quizá en todos.

Hoy leía a un hombre en Facebook, hablando sobre el caso de Andrea Mazzo. Llamaba a sus pares a hacer análisis respecto de por qué estas cosas ocurren, que en términos bien simples es: por culpa de los hombres. Uno de los que comentó el escrito, dijo: "Mangina detected".

Mangina. Yo lo comprendí al leerlo, pero por si le resulta desconocido esto vendría a ser MAN + VAGINA. ¿Hombre con vagina? ¿Cómo dice que dijo?

O sea que estos chuchasdesumadre, no tengo otro adjetivo para ellos, no conformes con llamarnos feminazis, maracas, putas, y todo el abanico de insultos que a una mujer le pueden ser lanzados, no contentos con ello, ahora además atacan como perros a los otros hombres que valientemente se ponen de pie y dicen: Cabros, los violadores y asesinos son hombres. Nosotros somos hombres. O sea, cualquiera podría ser un violador y un asesino si naturalizamos este tipo de trato hacia las mujeres. Eso fue todo lo que dijo el tipo.

Hubieran visto como casi se lo comieron a puteadas. Como que estuviera diciendo una barbaridad mayúscula y una ofensa imperdonable para el género masculino. ¡Cómo se le ocurre a este hueón decir que los violadores y asesinos somos nosotros! ¡Dónde se ha visto! ¡Traidor!

Entre las perlas de sabiduría que me tocó leer: "No era una blanca paloma, si hacía la cimarra pa juntarse con el gallo". "Las minas deberían quedarse encerradas en la casa si saben el peligro que corren afuera". "Se lo buscó, pa qué se anda juntando con hueones que no conoce".

Yo no me termino de convencer de que las cosas estén tan mal. Me da la sensación de que a la gran mayoría de las personas les ha pasado la evolución por el ladito y sin rozarlos. Hombres y mujeres, y en esto los incluyo a ambos, debido a que entre mi género he visto unas incongruencias que me han dejado con los ojos como platos.

Pero la raíz de la violencia nace en los hombres. Vive con ellos y se desarrolla con ellos, les acompaña y les educa. Si usted es hombre y lee esto, yo le ruego desde mi alma que por favor empiece a pensar con su cabeza. Olvídese de todo lo que le dijeron, de lo que leyó, de lo que le escuchó a sus amigos y familiares. Hágase una opinión nueva y propia. Analice cómo el sistema está creado por y para los hombres. Empatice. Póngase en los zapatos de alguna mujer cercana, dése cuenta de cómo nos ha tocado pelar el ajo.

No nos ataque por defendernos. No nos diga feminazis. No nos agreda. No nos pegue. No nos viole. No nos mate.





miércoles, 2 de agosto de 2017

Nada nuevo bajo el sol

No tengo claridad de cuándo fue la primera vez que escribí en un medio público respecto de lo que significa ser mujer y el alcance que esto implica en la vida cotidiana. Algunos años tal vez.
No recuerdo cuántos análisis haya hecho sobre el escenario en el que las mujeres nos desenvolvemos y el rol que estamos desarrollando en el mundo.
Perdí la cuenta de las veces que lo he discutido con mis cercanos, de forma confrontacional o encontrando puntos en común.

De verdad que no sé. Siento a veces que ha sido demasiado tiempo dedicado a esto, del cual indudablemente no me arrepiento y nunca me arrepentiré.

Pero sí les confesaré algo: Estoy agotada de darme cuenta de que todo continúa siendo exactamente igual que la primera vez que comprendí lo que significa nacer mujer.

Estoy agotada de los hombres que no nos reconocen como iguales. Estoy agotada de las mujeres que no quieren mirar más allá de lo que la sociedad les ha enseñado. Estoy agotada del entorno, de los medios de comunicación, de la publicidad, del maldito establishment.

Me tienen podrida los realities, las teleseries turcas, los programas de farándula y ese empeño invencible de hacernos mierda la capacidad de observar y sacar conclusiones propias. No quiero sonar pesimista, pero sinceramente, no nos veo evolucionar en lo más mínimo. Y por la puta que me duele.

Me duele que algunas de mi género se coman viva a otra en un festín de juicios respecto a lo que hace en la cama y fuera de ella. Me revienta la naturalización de la violencia contra las que debiesen ser nuestras hermanas, aliadas, compañeras. No lo puedo comprender, sencillamente me supera.

Nada, nada nuevo bajo el sol. Siento que algunas gritamos en un desierto de sordas, donde pocas prestan atención al mensaje. Pero más que escuchar este mensaje, ¡cómo quisiera que se detuvieran a reflexionar sobre su historia, sobre sus propias construcciones! Veo a cabras de 20 años que se creen libres como nadie, pero esclavas de los prejuicios y los miedos. Esclavas de las exigencias que la sociedad les impuso y preocupadas por cumplir con ellas.

Quiero cambios. Quiero ver que nos empezamos a mover, quiero sentir que estamos aunando fuerzas. Sinergia, chiquillas. Sororidad. Compañerismo. Lealtad.

POR FAVOR.






miércoles, 3 de agosto de 2016

The Walking Dead

Empezamos recientemente con mi compañero de vida a ver la serie referida en el título. A mí, que me gusta la cosa terrorífica, me entusiasmó bastante en un comienzo. Además de aquello había leído y oído buenos comentarios; era como la sandía calada.

Debo reconocer que en un comienzo me sentí algo decepcionada, ya que esperaba algo que me asustara o perturbara más. Pero avanzando en los capítulos llegué al punto en el que soñaba que me perseguían y que tenía que andar con un machete cortando cráneos para sobrevivir. Logrado. Realmente se me metió bajo la piel esa sensación de permanente inseguridad que acompaña a los personajes de la serie, y empecé a preguntarme cómo podría una defenderse de semejante amenaza. Hasta le hice prometer a mi pareja que si alguna vez me convierto en zombie, me va a romper la cabeza a hachazos. Conseguí que me jurara cortarme los brazos y sacarme los dientes, para poder mantenerme con vida a pesar de lo muerta que estaría.

Suena ridículo, claro. Nos parece algo sumamente lejano e improbable, imposible, que venga algún tipo de enfermedad o virus desconocido que nos convierta en cuerpos putrefactos moviéndose por el mundo en afán de alimentarse de carne viva. Parece de otro planeta pensar que todo lo que es humano en nosotros se pueda borrar de un plumazo, y quedemos ahí convertidos en carne y hueso, muertos y pestilentes, pero vivos. Los personajes de la serie optan por una vida de huir sin rumbo fijo antes que convertirse en eso. Comienza a regir la ley del más fuerte, ya no solamente “matan” a los muertos vivientes sino que también empiezan a matarse entre ellos. Por comida, por refugio, por armas… En definitiva, por sobrevivir.

Hecha esta reflexión, pongo en las letras lo que realmente me convocó a escribir.

Estos días nos enteramos por las noticias de la muerte de un delincuente a manos de sus víctimas. Un padre y su hijo lo mataron a golpes de puño, pies, y un objeto contundente, luego de haber sido asaltados por él para quitarles su auto. Un portonazo. Después de ocurrido el robo, este padre y su hijo recuperaron el vehículo perdido y posteriormente se dieron a la tarea de perseguir al ladrón para… No sé qué palabra poner aquí. Quizá “darle una lección”. “Vengarse”. No sé. No sé qué buscaban al perseguirlo durante un trayecto de casi dos kilómetros, pero al darle alcance lo que hicieron fue golpearlo hasta la muerte.
Y aquí es donde inserto la analogía con la serie de la que les cuento. He ido viendo la evolución de los personajes y algo que me queda claro es que cuando se impone la sobrevivencia, cuando no hay leyes ni autoridad, cuando se analiza en juicio crítico la importancia de una vida por sobre la otra, se los juro que nos fuimos al carajo.

En esta serie el más fuerte es el que tiene más armas y más soldados. Los sentimientos de compasión, humanidad y solidaridad se deben restringir a los cercanos. A los que son familia. Porque lo que hay que hacer es sobrevivir, es el objetivo primero, último e inmediato, no hay más.

Y este modelo es el que se adopta cuando empezamos a decir que la vida de un delincuente carece de valor y no merece respeto. Nosotros como sociedad podemos juzgar el robo de un auto, la bendita propiedad privada que tratamos de cuidar y proteger con nuestra propia vida. O la del otro. ¿Vale lo que cuesta un auto tener en la conciencia la muerte de un ser humano? Esta pregunta les haría a ese padre y su hijo, que no lo dudo, deben ser lo que denominamos “buenas personas”.

No, no estoy diciendo que tenemos que quedarnos pasivamente mirando cómo vienen a intentar hacernos daño, ya sea económico o personal. Es claro que si alguien entra a mi casa y quiere agredirme, tengo hasta el derecho de defenderme a mí y a mi familia. Pero cuando después del delito yo me propongo buscar al agresor para hacer algo al respecto, es que estoy sobrepasando la línea. Estoy decidiendo que lo mío (llámese existencia, integridad o propiedad) es más valioso que lo de él.

Siento, se los juro, que si empezamos a tomar ese camino, llegaremos a un punto de no retorno, donde traspasaremos a la realidad una vida donde el que tiene más armas o sabe pelear mejor será el que sobreviva. No tengo que aclararles que justamente estos serán los que ahora cometen delitos violentos. No seremos usted ni yo los que duremos más capítulos. Serán los que no sientan asco en matar, robar y violar. De esos va a ser el mundo.

Así que les invito a reflexionar sobre esto de querer sacar las antorchas y los tridentes… Porque lo único que lograremos será que en la involución del ojo por ojo, sean justamente los más débiles quienes desaparezcan primero.






lunes, 11 de julio de 2016

De amores y de sombras



De amores y de sombras


Le estoy casi plagiando el título a una excelente novela a la escritora Isabel Allende. Pero le aclaro que el nombre de esta columna no fue elegido al azar,  sino que tiene un sentido muy claro, al menos para mí. Espero que después de leída, usted también se lo encuentre. 
Hoy quiero hablarle acerca de un libro que comencé a leer recientemente. Me movió la curiosidad, alguna porción de morbo, mi romanticismo un poco añejo y mi placer por la lectura. Así que consideré muy buena idea conseguir la versión en PDF para darle un atisbo y decidir si era tan bueno como para comprar la versión impresa. (Pirata, obvio. ¡No están los tiempos…!) 
Quizá ya sepa de qué libro le hablo. En caso de no, se lo presento: “Las 50 sombras de Grey”, de E.L. James. Para hacer una breve reseña, le explico que es la historia de Christian Grey y Anastasia Steele. Él, multimillonario, empresario, menor de 30 años, guapo, deseado por gran cantidad de mujeres. Ella, joven universitaria, estudiosa, inocente, temerosa de los hombres y virgen del cuerpo y del corazón. Nunca se ha enamorado y tiene una idea del romance sacada de sus libros favoritos. Espera a su príncipe azul. 
Por circunstancias de la vida, se encuentran y la atracción es mutua e inmediata. Cuando comienzan a conocerse, Grey le plantea a Anastasia que ella le gusta mucho, pero deja en claro que no desea una relación estable ni convencional. Lo que quiere es tenerla a su disposición – literalmente -, para ejecutar con ella juegos sexuales con tintes de sadomasoquismo, bondage, dominación, disciplina y sus derivados. Usted se imaginará que para ella la propuesta es casi impensable de llevar a la práctica, pero dado que se enamoró, finalmente decide entrar en ése mundo con la íntima esperanza de que algún día, quizá, él le corresponda. Por tanto, impulsada por algo que ella denomina “su diosa interior”, se lanza a la aventura de dejarse llevar por las inclinaciones de Grey y todo lo que conlleven. 
Hasta ahí, el libro me resultaba interesante. Había un erotismo explícito y algo ñoño, pero no por eso mal escrito, ni descrito. Tampoco había nada ofensivo ni machista en la relación sexual de los personajes; de hecho Grey se muestra a favor de  la igualdad en el derecho a la calidad y cantidad de placer correspondiente a cada uno. Bien ahí. Fui capaz de leer sin problemas sobre la ocasión en que él la castigó dándole de nalgadas. En dicho diálogo, Grey trata de explicar y justificar su afición de manera casi comprensible. Digo “casi”, porque a mí no me convenció. Tuve que detener mi lectura cuando llegué a la parte en que comienza el juego del castigo físico. No lo soporté. 
Dejé de leer, y por ése entonces me encontré con la novedad de que en Twitter varias chicas, de diversas edades y procedencias, manifiestaban su deseo de tener en sus vidas a un Christian Grey, cosa que me dio para pensar durante mucho tiempo. Llegué hasta a preguntarme si no debí terminar de leer la saga para entenderlas mejor. 
Me llamaba enormemente la atención el éxito de una novela donde la protagonista es un modelo de sumisión absoluta y baja autoestima. Se supone que las mujeres de hoy no somos ni queremos ser así. Nos ha costado un esfuerzo de décadas conquistar el lugar que ocupamos en la actualidad, que por cierto todavía no es equivalente al que ocupan los hombres. Aún hay desigualdades y diferencias que deben ser erradicados, algo por lo que muchas de nosotras luchamos desde nuestro espacio personal, sea cual sea este. 
Dado el caso, me resultaba un enigma sin solución que algunas de mis contemporáneas expresaran su deseo de enamorarse de un hombre que no desee apegos emocionales y que además sienta placer al pensar en darles de nalgadas o latigazos. ¿No es contradictorio esto? A mí me tenía la cabeza revuelta, y eso que pertenezco al mismo género. 
Lo que reflexiono es que las mujeres nos sometemos al tironeo de dos fuerzas fundamentales que son contradictorias y constantes. Por una parte, nuestro poder. Es recurrente en mí, desde hace ya algunos años, decir que las mujeres somos poderosas. Somos los pilares familiares, las sostenedoras emocionales, las planificadoras, las emprendedoras, las valientes, las que no renuncian. Llevamos desde el nacimiento el sino de la responsabilidad por los otros, llámense hijos, maridos, padres, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, y hasta desconocidos. Las mujeres nacemos con el ADN programado para ser capaces de hacernos cargo de cualquier situación y resolverla con eficiencia y por supuesto, pensando en el bien común. Tenemos un potencial tremendo y casi siempre nos toca ponerlo en práctica por diversos motivos. 
Por otro lado, tenemos el lado oscuro del poder, donde subsiste un atisbo de tiranía que pocas de nosotras querríamos reconocer. ¿Qué ocurre, por ejemplo, cuando conocemos a un hombre como Grey? Increíblemente, nos atrae. Sabemos que el tipo tiene hartos temas para conversar con el loquero, que podría hacernos sufrir, que nos arriesgamos a amar a alguien que no quiere amarnos. ¿Y qué hacemos? Nos acercamos más. ¿Por qué? Porque pensamos que nosotras, tan especiales, eficientes y poderosas, podremos cambiarlo. 
Sí, señoras y señores, esa fue mi conclusión. Las mujeres tenemos esa idea distorsionada del amor, donde ocurre una de estas dos cosas: 1) Idealizamos al hombre que queremos hasta ponerlo en la categoría de perfecto, príncipe azul o similares, ó 2) Lo vemos tal y como es, con todos sus defectos y errores, pero tendemos a justificarlo mientras imaginamos cómo le “ayudaremos” a corregirlos para convertirse en el hombre que creemos merecer. Ambas actitudes suelen desembocar en sufrimiento, ya sea por decepción o simple fracaso en la tarea titánica de cambiar a otro ser humano, que me atrevo a decir casi en el 100% de los casos no desea ni ha pedido ser diferente de cómo es. 
Mire, no estoy diciendo que cada mujer de la tierra tenga este dilema, pero pienso que a la mayoría le ocurre o le ha ocurrido. Por eso lamento mucho que novelas como “Las 50 sombras de Grey” tengan tanto éxito. Las leen un montón de jovencitas, que con estos personajes y situaciones no hacen más que reforzar la idea de que el súper poder de las mujeres debe ser el de salvar a las almas perdidas para ser y sentirse exitosas. 
Creo que el camino es fortalecer la autoestima de nuestras niñas, diciéndoles que en efecto, son capaces de grandes cosas, pero al mismo tiempo haciéndolas comprender que su mayor responsabilidad es hacerse felices a sí mismas sin sentir culpa por ello. Una mujer que sabe cómo sentirse realizada sola, sabrá cómo lograrlo con una pareja, con los hijos, en un trabajo. No sé a usted, pero a mí me parece que, en definitiva, el beneficio sería para todos.

miércoles, 22 de junio de 2016

Testeador de Machos Alfa

Algo que escribí hace mucho tiempo para un diario digital, se los comparto para que no se pierda:

Si usted se considera un hombre corajudo, valiente y arrojado, está leyendo la columna correcta. En las siguientes líneas se encontrará de frente con una de aquellas realidades que el hombre común evita, porque es pollo.
Señores, hoy hablaremos de la menstruación. Y no me enfocaré en decirle a las mujeres lo que todas ellas ya saben, sino en explicarles a ustedes las molestias y dificultades que nos causa. Me dirán: “Sé de lo que se trata; tengo pareja, hermana, madre, amigas, etc.” Pero yo le apuesto a que nunca ha conversado con ellas del asunto a calzón quitado. Y le apuesto a que hay mucho que desconoce.
Pensé bastante en esto. Lo primero que concluí es que en atención al horror masculino que provoca el tema, nos referimos a él como: “Nuestros días”, “La visita”, “La regla”, “Estar enferma”, “Andar con la roja”, “Los días R”, “El período” y similares. Habrán notado que ninguna mujer va por la vida diciendo que tiene la menstruación, ni siquiera entre nosotras. Evitamos la palabrita como si pronunciarla fuese una ofensa contra quien la oye. En consecuencia, todo aquello que se relacione con este evento se conversa entre susurros, o con adornos.
 Pero no en esta ocasión. Usted, como buen Macho Alfa, seguro se ríe de esos eufemismos ridículos. ¡Al pan, se le llama pan! ¡Y al vino, vino! Así es que las cosas por su nombre. Comencemos…
La menstruación es un período que “normalmente” durará de 3 a 5 días. Utilizo las comillas porque cada cuerpo femenino es un mundo. El número de días variará en una u otra. Esta es sólo una parte del ciclo menstrual, que fíjese, nunca se detiene. Terminamos uno e inmediatamente comienza el otro, durante un promedio de ¡35 años!(Por favor, levanten la mano todos los que lo encontraron una barbaridad) En fin. Mientras el ciclo avanza cada mes, ocurren cosas, que a continuación le contaré:
 ANTES DE LA MENSTRUACIÓN: Una o dos semanas antes de que la tragedia venga a cernirse sobre nosotras, podemos sentirnos fatigadas, hinchadas, y con ansias de comer cosas dulces. En mi caso, se me despierta el amor por los chocolates, lo que es un indicador claro de lo que se viene. Algunas tenemos, además, cambios hormonales que pueden ponernos un poquito nostálgicas o depresivas. Yo me pongo de un humor terrorífico. Yo le aseguro que en esos días usted no querrá discutir conmigo. Para darle más alegría al momento, pueden salir espinillas, ya que piel y cabello tienden a ponerse más grasos.
 Pero no todo es hiel, le tengo una buena noticia: unos días antes de que la mujer comience a menstruar, el deseo sexual puede verse incrementado, lo cual es bueno para ella y para su Macho Alfa. Esto no es una certeza, y le recomiendo que si su pareja es de las que se ponen difíciles, evite averiguarlo. Si ocurre, usted lo sabrá.
 DURANTE LA MENSTRUACIÓN: ¡Oh! Trataré de evitar el drama, aunque no le aseguro nada. De partida, el sangrado. Evocadora palabra, pero es lo que es. Sangrado constante, en flujos que van de más a menos y que son variables según cada cuerpo. Puede percibirse como un río manando entre las piernas o no notarse en lo absoluto, todo dependerá de la fémina, y del día en que se encuentre. (Huelga decir que el primero es el peor). Tenemos entonces el sangrado, lo que acarrea el segundo problema: cómo evitar que el mundo se entere. Diversas clases de toallitas nos ofrecen y garantizan comodidad y seguridad. Tela malla, tela suave, con alas, sin alas, nocturnas, con manzanilla, con mayor absorción, para usar con colaless, negras, blancas, con flores. Los tampones se clasifican según el flujo: Súper Plus, Súper, Regular, Light. Créame que la experiencia de menstruar obliga a realizar un estudio de mercado donde al final de un largo camino, encontraremos el artículo que nos haga sentir más confiadas. Aún así, a veces le preguntaremos a la mujer más cercana “si se nota algo”, y por nada del mundo usaremos pantalones o faldas de color blanco. Evitaremos, así mismo, que alguien pueda llegar a darse cuenta de la toalla o el tampón en la cartera o bolso. Es asombrosa la connotación de tabú que se le asigna a esto. ¡Hasta se han preocupado de que los envases sean discretos y no suenen! ¡Increíble! Y siguiendo con la idea del marketing, si observa con atención, verá que la  publicidad nos muestra comerciales donde vemos a chicas jóvenes corriendo, trabajando, nadando, bailando y durmiendo entre nubes dada la comodidad que el producto les otorga. Yo le digo: FALSO. A pesar de que no para todas es un sufrimiento, nunca en mi vida he escuchado a una mujer decir que está menstruando y siendo feliz por ello. A menos que haya tenido un indeseable, retraso, claro está. Ahora que lo pienso, quizá las chicas de los comerciales lo tenían.
Después, el dolor. Me pregunto cómo podría explicarle esto a un hombre. Una lo describe como algo que se está “desprendiendo”. Efectivamente, eso es. El endometrio o nido donde alojaríamos a un hijo ya no es necesario, dado que no se produjo el embarazo; por tanto el útero se contrae para expulsarlo. Este proceso tan técnicamente descrito puede producir UN DOLOR DEL CARAJO. A éste síntoma se le llama “dismenorrea”, y entre un 30 y 50% de afortunadas féminas sabe de qué hablo. Para paliarlo una suele buscar fuentes de calor y reposo, en lo posible. También hay farmacología que ayuda, aunque no lo suficiente en los casos más severos. Pueden doler las caderas, las piernas y/o la espalda. A esto, súmele la aparición aleatoria de diarreas o cólicos. Una vez tuve que atender la larga llamada de un cliente sufriendo los cólicos más espantosos de los que tengo memoria... Jué horrible.
DESPUÉS DE LA MENSTRUACIÓN: La felicidad. Nada duele, nada fluye, nada molesta ni incomoda. Una se siente más energética y hasta vuelve a creer que es capaz de conquistar el mundo. Estamos tan contentas de que “ya pasó”, que se nos olvida que volverá. Retomamos el estado de paz y tranquilidad en el que usted vive… Todo el mes. ¿Se da cuenta de que ser hombre trae innumerables ventajas?
 No voy a utilizar lo que me queda de columna para decirle que marque en su agenda los períodos de su pareja o amigas con un corazón, para recordarlos y hacerles agüita de manzanilla. Usted es un Macho Alfa, ¡qué duda cabe si su lectura ha llegado hasta aquí!
 Lo que sí le pediré, en nombre de cada una de las que le rodea, es que nos asigne una ENORME línea más en su nivel de respeto por el género femenino, y que nunca, nunca más en su vida, le pregunte despectivamente a una mujer malhumorada, triste o adolorida,  “si anda con la regla”. No se le olvide que se está dirigiendo a una Hembra Alfa.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Cuarenta

Dentro de algunos días cumpliré la simbólica edad de 40 años. Nada menos. En estos tiempos, es justo la mitad de la vida.

Dije tiempo atrás que cuando cumpliera esta edad iba a escribir algunos buenos consejos para las mujeres de 20. A continuación, les comparto:

1.- Que nada ni nadie te diga hacia dónde deben dirigirse tus pasos.

2.- Sin cansarme repetiré este consejo a cualquier mujer, de cualquier edad: No aceptes que tu pareja te controle, de ninguna manera. Nunca tendrá derecho a decirte cómo vestir, cómo maquillarte, qué vocabulario usar ni qué personas frecuentar. No permitas que revise tu celular, tu cartera, ni que exija tener tus claves de acceso a redes sociales. No toleres gritos, insultos, o en general cualquier agresión de tipo psicológica o física.

3.- No busques ser perfecta, nadie lo es ni lo será nunca. Comete errores sin sentir que eres estúpida o que no sirves para nada.

4.- Pero... Tampoco creas que lo sabes todo. Lamento decirlo, pero estás aún lejos de ello. La única experiencia útil es la propia, porque cuando se siente dolor o se celebra un triunfo es cuando el cerebro y el corazón aprenden verdaderamente. Y de esa experiencia aún te falta bastante, recién comienzas a vivir.

5.- Ten respeto por tus mayores, tú lo serás tb algún día. Aunque ahora no lo creas, un día cumplirás 40 años.

6.- Vive todo lo que tengas y que quieras vivir. Llegará un punto en que serás responsable por muchas cosas, labores y hasta personas. Mientras ese momento llega, disfruta tu tiempo libre y ocúpalo en lo que más te agrade. Viaja. Conoce a muchas personas. Practica escuchar a los demás, toda vida que se cruza con la tuya te enriquece.

7.- Aprende lo que más puedas. Encárgate de forjar tu futuro estudiando una carrera que luego te permita ser independiente y autovalente. La gente realmente libre es la que puede decidir totalmente sobre sus actividades y sus metas. Esto no se restringe a tener poder económico, sino a ser capaz de ver por ti misma sin necesidad de pedir opiniones a nadie, y por supuesto sin dependencias de ninguna clase.

8.- Lee. Lee lo que más puedas, sin limitarte a las sagas de moda o a novelas rosa. Yo leí muchas de estas últimas, y más allá de su valor literario son malísimas porque te dan una imagen de las relaciones que se aleja mucho de la realidad. Si te gustan, dale... PERO NO TE LAS CREAS. Lee "Cien años de soledad" de García Márquez, los Sonetos de Pablo Neruda, "La Tregua" de Benedetti. Lee biografías de personajes de la historia que te causen admiración. Si no conoces una palabra, búscala en Google. (estuve a punto de escribir en el diccionario, puta que soy añeja!) Recientemente una compañera de estudios me preguntó cómo lo hice para eximirme del ramo Lenguaje Escrito, mi respuesta fue: leo todo lo que he podido desde que aprendí. Te juro que te servirá para MILLONES de cosas. Créeme.

9.- Conócete. Analiza siempre el por qué de tus decisiones, pregúntate qué te gusta y qué no. Piensa en lo que deseas para tu vida y dibújalo cada día en tu mente. Mientras logras llegar allí, irás adquiriendo todo lo necesario para lograrlo.

10.- Sé paciente con la labor del tiempo. No quieras todo para ahora mismo, tienes una vida muy linda esperándote. Si algo no ocurre cuando tú quieres, no significa que nunca sucederá. Quizá sólo se esté demorando o cambiando en el trayecto. 

11.- Escúchate a ti misma, no a la sociedad. No le creas a nadie que te diga que tu cuerpo o tu cara están fueras de lugar. Tú decides cómo quieres ser, lo que quieres comer, cuánto pesar, qué ropa usar. Tú decides si quieres ser madre o dedicarte a investigar para curar el cáncer. Tú decides si quieres tener pareja o no, tú y sólo tú. NADIE MÁS.

12.- Cultiva buenas y verdaderas amistades. De esas que duran muchos años, o la vida entera. Es en este tiempo de tu vida que conocerás a muchas de las personas que continuarán siendo tus amigas.

13.- No temas ser quien eres. Eres maravillosa, un regalo de Dios para la vida de muchos. Nunca lo olvides.

lunes, 16 de mayo de 2016

Ellas y ellos

Hace meses vengo con una inquietud que me camina por todo el cuerpo, que me revolotea en la cabeza y me perturba el espíritu. Meses de pensar en lo mismo, de reflexionar incansablemente. Me he repetido preguntas una y otra vez, encontrando respuestas, pero nunca quedando muy conforme con ellas.

Durante el fatídico mes de Marzo nos golpeó la noticia de que dos chicas argentinas habían sido asesinadas en Ecuador. Dos viajeras, dos amigas, dos aventureras, dos mujeres. Esta última palabra resume todo... Absolutamente todo.

Nacer con el sino de ser mujer en este mundo es lo peor que a un ser humano le puede ocurrir. Por ser mujer deberá cumplir toda su vida y en todo momento con un sinnúmero de exigencias cuyo único sustento estará en que ella es ella. Punto. No hay más. Ella. Por tanto, hasta su programación genética estará orientada a entrenarla para que sea responsable no sólo por su vida sino también por la de casi todo ser vivo que le rodea. Se le enseñará a sentirse culpable si no logra cada objetivo que se le imponga. Desde niña le pondrán una muñeca en los brazos para desarrollar su instinto materno, obviando por completo que quizá sus capacidades y potenciales son inmensos y podrían hacer la diferencia en otras áreas de su vida. Le dirán que debe ser linda, recatada y femenina para validarse a través de la aprobación de un hombre. Cuando comience con su etapa académica, de forma sistemática se le dará a ver que no es muy buena para los deportes ni para las matemáticas. Querrán convencerla de no estudiar ningún tipo de ingeniería ni nada que tenga que ver con fuerza física o números. No. Mejor que estudie para ser profesora, enfermera, parvularia. Esas cosas donde ser mujer realmente es importante por las especiales cualidades con las que nació. Se le dirá y se le predicará con el ejemplo además, que el pilar fundamental de su familia es ELLA. Que todo lo que ocurra con su esposo o sus hijos será su acierto o su culpa. Se le exigirá que su primera identidad sea la de madre, amputando cualquier indicio de ente independiente y libre que subsista en su alma. Así para cuando ella sea una mujer, evidenciará el resultado de todo el minucioso trabajo de su entorno familiar y social. Dados los tiempos actuales, dada la modernidad, sabrá que hay ciertas cosas que le dijeron que no son así, que puede cambiarlas si se esfuerza lo suficiente. Porque hasta para hacer los cambios que ella quiera, tiene que esforzarse. Nada es gratis en esta vida para las mujeres.

En todo el grupo de niñas que contenga cada generación, habrá algunas que sepan salirse del estereotipo y que no dejarán que les corten las alas. Serán fuertes, se sabrán hermosas, volarán libres y podrán gobernar su mundo y su vida como mejor les parezca. Esas privilegiadas serán pocas, pero van a inspirar a todas las demás que no lograron escapar de su rol. Estas últimas pasarán por muchos dolores en su vida; se forjarán a punta de fracasos, de lágrimas, de frustraciones y sobre todo, decepciones. Se encontrarán con que el mundo no funciona como les dijeron, que la vida no era esto que les pintaron. Se cansarán de intentar de ser perfectas, y si son afortunadas llegará el día en que sólo intentarán ser ellas mismas.

Yo me imagino que Nabila Riffo debe haber sido de aquellas. Por lo poco que sé, había sido pareja y madre. Trató de rehacer su vida con un hombre que pensaría que la quería, pero en realidad sólo resultó ser uno de los ellos, los dueños del mundo. Nabila había hecho una denuncia por violencia y alguna ayuda había buscado. Pero no se la dieron y la dejaron sola como a muchas de las víctimas de los ellos. Su angustia o su temor no pasaron de ser algún número de causa o un Oficio archivado.

Todavía no se descubre la identidad del agresor de Nabila. Se sospecha de su ex pareja, contra quien hizo la denuncia por violencia. Uno de sus vecinos afirma haberla visto correr esa noche calle abajo, tratando de escapar de su agresor. Otros confiesan haber escuchado sus desgarradores gritos.

Claro que deben haber sido desgarradores, cómo no. La golpearon tanto en la cabeza, que perdió piezas dentales y masa cerebral. La violaron. Y luego, como tristemente todos ya sabemos, le sacaron los ojos y la dejaron abandonada a la intemperie para que muriera como una cosa sin valor.

Cuando escuché la historia de Nabila Riffo, se me salieron las lágrimas. Ya había llorado dos meses atrás por Marina Menegazzo y María José Coni, asesinadas en Ecuador y luego dejados sus cuerpos en bolsas de basura en la playa. Lloré también por Juliana Aguirre, la colombiana descuartizada por su novio y lanzada por trozos al río Mapocho. Lloro porque eran mujeres, eran como yo. Tenían sueños, tenían un futuro, tenían fuerza y eran luchadoras. No me hace falta haberlas conocido para saberlo, porque ser mujer es una lucha en sí misma. Mataron a Marina y María José para violarlas, para imponer una relación sexual a la que se negaron. A Juliana la mataron por celos, porque el hombre inseguro que tenía a su lado no soportaba la idea de que ella comprendiera que merecía alguien mejor. Y me parece claro que a Nabila le arrancaron los ojos para evitar que mirara a otro. No encuentro, realmente, otra explicación "lógica" a semejante acto de violencia.

Yo me pregunto, muy deprimida, hasta cuándo las mujeres seremos ese animal sin valor que utilitariamente sostiene todo el maldito sistema en el que vivimos. Hasta cuándo será fácil que venga un bastardo infeliz y nos amenace, nos viole, nos mate. Hasta cuándo tendremos que tolerar que nos rebajen y nos insulten con nuestra sexualidad o inteligencia. Hasta cuándo nos agreden por tomar conciencia de nuestros derechos y querer levantarlos como una bandera. Hasta cuándo caricaturizan el feminismo en el dibujo de una mujer bigotuda y con músculos, vestida de militar, que fuma puros y a la que denominan nazi. Como si fuéramos nosotras las que buscamos exterminar a los hombres, y no al revés. Porque eso hacen estos valientes caballeros. Cuando ven que no es posible sofocar la fuerza, la valentía, la independencia y la lucha de una mujer, su impotente respuesta es matarla, porque SABEN, ellos SABEN que no hay otra manera de detenerla.

Termino de escribir, agitada de tanta rabia. Hasta cuándo, por la mierda...